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miércoles, 6 de junio de 2018

Desde aquí todo se ve mejor



Árbol


Tengo sentimientos y emociones, sufro, lloro, rio y me gusta jugar, ¿por qué no? Aún tengo mucha vida por delante, soy alto y fuerte, aunque en ocasiones quebradizo, según me dé el aire. A veces me hacen daño, como a todos, pero el dolor no me hace dejar de estar cerca de mis hermanos, les quiero, les conozco, pondría la mano en el fuego por ellos y la dejaría allí, aplacada y con quietud, mientras les miro con seguridad y firmeza. Hay confianza plena, lo saben y yo también lo sé. Llevamos mucho tiempo los unos al lado de los otros, años, décadas, que sé yo, que saben ellos. Inviernos duros de frío extremo hasta temblequearnos por dentro, copiosas nevadas y heladas, pero siempre con el calor de las cencelladas de sentimientos de amor entre nosotros. 



Arduas noches que al fin, afloran con la primavera cada año, con el gusto del sol, ese calorcito que nos pone, que nos hace crecer de madurez, porque no paramos de crecer, nunca. ¿Tu si? Pues yo no, ni tengo intención de dejar de crecer, tú sabrás. A mí me encanta ver todo desde aquí, que los días y las noches giren a mi alrededor, amaneceres por delante y atardeceres por detrás, si es con el sol amarillo y rojo me gusta más, mucho más. Sonrío sin que me vean, me da vergüenza, que pensarán de mí mis hermanos, que estoy más para allá que para acá seguro, aunque en el fondo me da igual. Lo que no soporto es no poder compartir mis frutos, no poder compartir con los demás todo lo que sé, porque sé mucho. He visto muchas cosas, rimeros de cosas, uno ya tiene sus años, una vez vi hasta una guerra, y no sé porque la tuvo que haber porque como siempre todos perdieron. Yo no entendía nada, pero no me gustaba, eso sí lo sé. Había mucho ruido, era atronador, a veces me despertaba en la noche y soy grande y fuerte sí, pero tenía miedo. Que pasa, ¿no puedo tener miedo?, pues lo siento lo tenía. Otras veces había humo y hollín, y no aguanto ni el humo ni el hollín, de hecho lo odio, me hace mal, mucho mal y luego me cuesta respirar y se me mete ese olor por dentro hasta lo más profundo de mi alma y no me deja ver las cosas con claridad, y vale sí, soy alto y desde aquí todo se ve mejor, pero a ver, que el humo sube y a mí también me llega y no puedo ver a mis hermanos y no hay cosa que más me duela que no verlos, o bueno si hay algo peor, mucho peor, verles sufrir, eso me duele tanto como si me pasara a mí. Ellos ninguna vez relatan sus sentimientos, son muy tímidos o quizás introvertidos, pero yo lo sé, porque siento como ellos, yo creo que somos gemelos. Bueno, eso es imposible porque somos muchos, así que seremos mellizos, eso seguro que sí. Aunque no sé si los mellizos miden lo mismo cuando son mayores, porque yo soy mucho más alto que todos, igual yo soy de otra familia, de hecho cavilando mejor ellos son más sombríos, igual por mí culpa, pero bueno desde aquí lo veo todo, o bueno, todo lo que veo, pero veo más que ellos, en eso no hay duda y veo que somos hermanos y eso es lo importante. El caso es que todos estamos echado raíces aquí, vemos pasar el tiempo, los días, las semanas, lo años… pero no nos comunicamos y a mí eso me da rabia. Me gustaría tanto que me respondieran cuando les hablo, tengo tantas cosas que contarles, me sé hasta algunos chascarrillos y algunos son buenos, pero meda vergüenza contarles así sin más, creo que soy algo cobarde. Es que van a pensar que estoy loco, y no lo estoy. Aunque dicen que los locos de no sé qué trastorno solo hablan con ellos mismos, con sus pensamientos y esas cosas y la verdad que después de tantos años pues no sé qué pensar. Pensándolo bien, a lo mejor  sí que me estoy volviendo un poco loco, o loco del todo ¿quién diagnostica eso? Bueno de cualquier modo yo no voy a ir a ver a nadie, ni puedo ni quiero, si quiere que venga el que diagnostica esas cosas y yo hablo con él, o con ella o con los dos. Quizás llegamos al acuerdo de que todos estamos locos, o de que estamos muy cuerdos quién sabe, porque yo siempre tengo los pies en la tierra. No me preocupa, yo no hago daño a nadie, ni soy rencoroso ni lo pienso ser, me hagan daño o no, me niego, tampoco lo he sido nunca. Porque, ¿para qué vale eso? Pues está claro, para nada. Parece que me he enfadado un poco, perdón, no me gusta enfadarme, me gustan más las cosquillas que produce una hormiga cuando me va trepando, eso me encanta y cuando vienen con sus hermanas me gusta más aún, todas juntas, en fila de a una, una detrás de la otra, da gustito sentir su caminar. Por cierto, adoro la lluvia, a la mayoría de la gente no, pero a mí sí y a mis hermanos también, no me lo han dicho pero yo lo sé, disfrutan igual que yo en silencio, sin quejas, con abrigo o sin abrigo. En el fondo disfrutamos de las cosas pequeñas, esas en las que ya nadie se fija, el sol, la lluvia, el frío, el calor, el silencio, los insectos, los pájaros, un niño que pasa a mi vera riéndose, un abrazo… pero bueno que sé yo, si no hablo con nadie. Aunque algunos dicen que soy un jinete indómito de la libertad y sí quizás lo sea, pero yo seguiré asido en mí. Al fin y al cabo sólo soy un árbol.

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