El dibujo de la pared refugiaba su pánico para observar
al otro lado del doblez de la esquina. El relleno de las letras atrapaba sus
sentidos hasta dejarlos inertes en el cerrazón de aquella turbia noche que se
fundía con su nebulosa mental.
El mutismo de los fríos y sombríos callejones
del centro de la ciudad napolitana manipulaba sus decisiones, ajeno a las
miradas de turistas y de cualquier atisbo de vida, presagiando lo peor… Acababa
de vislumbrar una sombra inmóvil a lo lejos esa madrugada en el fuerte de su
soledad, parecía que buscaba a alguien. Apresurado pegó su cuerpo de espaldas al
muro en Vico Noce cerca de la comercial Vía Toledo queriendo formar parte del
diseño. La baja temperatura no impidió llenarle el cuerpo de gotas de calor, tragó
saliva apretando los labios en un acto de calma que nunca llegó. Cerró los ojos
con nervio para poder despertar en un nuevo día, pero no bastó. Esos pocos
segundos no fueron capaces de mover la rigidez de su cuerpo ni un solo
milímetro de una obra de arte de la que ya formaba parte y de la que solo pudo
despertar por la vibración de la llamada de Jesús a su teléfono móvil.
“Para ser tu primer grafiti es una pasada, Jacobo”.
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